Miró su rostro. Había olvidado como sonreír. Por eso la acarició, como trazando una línea imaginaria con sus dedos, lento, con ternura. Como escribiendo una nueva historia de papel, de cuatro líneas. La gente transita indolente como en cámara lenta, como congelados en el tiempo.
Ella termina de sonreír. Le recuerda que sus caminos no son los mismos.
Y él mirando sus pupilas, como crepúsculo, como océano en su fin.
(en su fantasía, ella no suelta su mano, jamás)