Se dieron la mano. Decidieron no correr, casi no podían respirar. Se sentaron en el césped. Se abrazaron. Se dieron un último beso. Luego, el cielo cayó sobre ellos.
Al abrir los ojos, estaba en un viejo salón, sillas vacías, baldosas sin barrer, humedad. Recordó su voz, su rostro, su cabello negro, lacio, su rostro hermoso. Miró por la ventana. El sol brillaba como hace años no lo hacía. Y ella, por algún lugar, esperando que la encuentre.