domingo, 17 de noviembre de 2019

Respirar, tomados de la mano

Se dejó caer en la cama, apoyando la cara sobre la frazada azul, sintiendo el colchón duro, más de lo normal. Era más de medianoche, las cortinas se inflaron sopladas por una incierta ráfaga de viento, una, dos veces. Cerró los ojos en un intento por conciliar el sueño, vestido aún, pero agotado. En ese espacio intangible, oscuro, era de repente una noche tranquila, fresca. Sintió sus manos acariciando su cabello, también escuchó sus susurros, recitando el nombre de cada una de las constelaciones. Quiso recordar su nombre pero, de manera imprevista, las caricias cesaron. Lo invadió una extraña y breve melancolía, la cual reprimió al tener una visión de un futuro alterno, donde se vio rodeado por falsos árboles de Navidad, por un viento lleno de arena que lo cegó por completo. Y nuevamente la voz.
"Nosotros hemos nacido para estar juntos" -dijo ella, sin mover los labios, convertida en una fotografía, encerrada en un marco de madera, colgada en una pared marrón, que ellos pintaron juntos.
Abrió los ojos. La luz aún estaba encendida. Mientras recobraba la noción del tiempo trató de grabarse en la mente los rostros de la fotografía. Inertes, felices. Lejanos. La madrugada fue seguida por unos destellos de estaciones inoportunas, indiscretas, un transcurrir de días sin sentido, como alaridos en medio del espacio, atrapados entre las manecillas de un reloj, buscando con desesperación la puerta de escape para poder respirar.
"Nosotros, tomados de la mano, hasta el fin".