domingo, 17 de noviembre de 2019

Respirar, tomados de la mano

Se dejó caer en la cama, apoyando la cara sobre la frazada azul, sintiendo el colchón duro, más de lo normal. Era más de medianoche, las cortinas se inflaron sopladas por una incierta ráfaga de viento, una, dos veces. Cerró los ojos en un intento por conciliar el sueño, vestido aún, pero agotado. En ese espacio intangible, oscuro, era de repente una noche tranquila, fresca. Sintió sus manos acariciando su cabello, también escuchó sus susurros, recitando el nombre de cada una de las constelaciones. Quiso recordar su nombre pero, de manera imprevista, las caricias cesaron. Lo invadió una extraña y breve melancolía, la cual reprimió al tener una visión de un futuro alterno, donde se vio rodeado por falsos árboles de Navidad, por un viento lleno de arena que lo cegó por completo. Y nuevamente la voz.
"Nosotros hemos nacido para estar juntos" -dijo ella, sin mover los labios, convertida en una fotografía, encerrada en un marco de madera, colgada en una pared marrón, que ellos pintaron juntos.
Abrió los ojos. La luz aún estaba encendida. Mientras recobraba la noción del tiempo trató de grabarse en la mente los rostros de la fotografía. Inertes, felices. Lejanos. La madrugada fue seguida por unos destellos de estaciones inoportunas, indiscretas, un transcurrir de días sin sentido, como alaridos en medio del espacio, atrapados entre las manecillas de un reloj, buscando con desesperación la puerta de escape para poder respirar.
"Nosotros, tomados de la mano, hasta el fin". 

martes, 1 de octubre de 2019

El último día

Corrió la cortina, dejó caer el agua sobre su rostro. Cerró los ojos, se volteó con dirección a la ventana, agachó un poco la cabeza dejando que el chorro de agua golpeara su nuca, relajándolo. Vio en su mente una calle llena de gente, hace muchos años. Había un rostro que jamás había visto en persona pero que en una milésima de segundo se le hizo el más habitual entre todos los que conocía; luego recordó su voz, su sonrisa, los primeros pasos a su lado, la calle por momentos infinita, por momentos tan corta como dar dos pasos hacia el abismo. Abrió los ojos, el vapor se condensaba en la ventana, no ha vuelto a escribir su nombre en el vidrio empañado, como la foto que alguna vez compartió -nuestro cuarto, dijo ella cuando la vio.
Las ideas se le hicieron turbias, mezquinas. Cogió la toalla, observó la tina, el piso, llegó hasta el espejo y observó su rostro. El tiempo se llevó sus mejores años, también los últimos tres que compartieron juntos. Mira a su izquierda, están las cosas de ella: sus cremas, el pequeño espejo que usa para depilarse las cejas, más cremas, peines, champú, acondicionador, ve también sus cosas y de algún modo piensa acomodarlas, guardarlas, llevarlas. Sacude la cabeza, se aplica desodorante, espera a que baje su intensidad porque recuerda que a ella le molesta lo fuerte del perfume. No piensa en la hora, quisiera que la mañana durara un año, tres, diez años. Y un aire de melancolía cruza su mente, de esos que nos cogen por sorpresa y son capaces de desdibujar sonrisas, indisponer, cambiar semblantes de manera instantánea.
Hace girar la manija con cuidado, cierra la puerta. Observa al frente, su ventana da al parque y adora la vista como todos los días. Baja la mirada, observa la frazada desordenada de su lado de la cama, su almohada; del otro lado, ella. Su cabello marrón cubriendo parte de su rostro, sus ojos cerrados, ocultando esas pupilas que le gustaba observar, mirar fijamente.
(Sí, caminamos muchas cuadras pero no me hubiese importado que jamás hubiéramos llegado al final, solo quería seguir escuchando su voz, ver su sonrisa, luego coger sus manos y finalmente besar por primera vez sus labios. Una primera vez que recordaría por toda la vida. Sus ojos marrones brillaban igual que su cabello. Había luna llena esa noche, ¿lo recuerdas? Pues yo sí, agosto, año 2005, nuestras vidas eran tan diferentes pero se cruzaron. Luego se separaron y volvieron a cruzarse porque así es la vida, se lleva algunos de nuestros sueños y eventualmente nos los devuelve, sorprendiéndonos aún más. Me gusta cuando me mira hablar y sonríe. Nosotros hemos nacido para estar juntos, le oí decir años después).
Al terminar de cambiarse miró el álbum de fotos que le mandó imprimir, es un regalo, son nuestras fotografías -le dijo-, no lo abrió, solo miró su sonrisa en la foto de la portada. Se arregló el cabello, se roció el perfume que más le gustaba -que a ambos les gustaba. 

Te seguía diciendo todas estas palabras en silencio mientras te observaba dormir. No recordé ninguna de nuestras discusiones. Solo dejé que la melancolía se lleve mi conciencia. Mi conciencia y mis lágrimas invisibles.
Te miré por última vez, preciosa. Era lunes, viajarías en la noche. No me despedí, nunca lo hice. Solo entrecerré la puerta de nuestra habitación, crucé la sala, abrí la puerta no sin antes dar una mirada semicircular. Bajé las escaleras pensando alternadamente en todos estos años juntos, cerré la reja, vi nuestro parque. No conversamos nada ese día, solo por la noche, cuando me dirigía de manera inútil a darte el alcance en el aeropuerto.
La primera noche juntos, nos despedimos con un beso. Esa última noche, la calle sí se me hizo infinita. Tú viajabas hacia las estrellas, sin mí.

sábado, 28 de septiembre de 2019

Sol de medianoche

Ojalá tuviera tu sonrisa, como sol de medianoche. Que los relojes se detengan, que retrocedan todas las historias. Que el viento diga tus palabras y acaricie mi rostro, que mi sombra se guarezca en la tuya, besando cada milímetro de tu nombre.
Aprendí a resistir el paso del tiempo, a inventar las canciones para cada día que no escucho tu voz, solo no acepto el reflejo en el mar, ni los colores de mi cabello ni el palpitar púrpura de mis ojos, como viejas calles llenas de polvo, de cartas pegadas en las paredes con tu rostro, tus pasos, con el sabor de tus labios.
"Tu sonrisa como sol de medianoche". El paso de las horas, con puntos y comas, con canto rodado cayendo vertical. El lento camino hasta la siguiente puesta de sol.

sábado, 7 de septiembre de 2019

Voz

Me acaricias con tu voz. El tiempo fluye, se detiene, vuelve a avanzar, el gris se apodera de las nubes, las fotografías se enredan con el viento. Me quedé atrapado en un universo sepia, no puedo volar, nadie me observa, solo recitan su andar lento, su ceguera abismal. Soy euforia hasta quedar sin aliento, soy cristal resignado a quebrarse, mis ojos se cansan de caminar en círculos, mi razón se parte en dos como toda mi esperanza. 
Pero miro tus manos, tu cabello cayendo por tus hombros, llamando mi atención. Escucho tus palabras, miro fijamente tus ojos. Hay lugares como este que brillan para siempre. Y me acaricias con tu voz. 

viernes, 30 de agosto de 2019

Miradas en el tiempo

Abrazar el viento para sentir tu respiración. Cerrar los ojos para recordar tu mirada. Los caminos se hacen interminables, oscuros, como callejones con un millón de salidas, como constelaciones de abismos; me consume el vértigo, el frío, el silencio.
Se baja el ecran, la función esta noche es un vacío de laberintos azules, sin minotauros pero con viajes en el tiempo.
Y ahí estamos nosotros.
Tomo tus manos, beso tus labios. Si el amor tiene el color de tu rostro, quiero vivir en tu sonrisa, para siempre.

Las luces en el cielo

Las ramas delicadas moviéndose leves. Las hojas pequeñas recordándome el insomnio, balanceándose como intentando escapar de su destino. Tu rostro en el cielo púrpura, transparente. Pensamiento recurrente, estúpido. Respiro un poco, la música en mis oídos con sus millones de palabras de las cuales no retengo ni una sola, un hombre de pie a cuatro metros, luego caminando sobre el pasto, niños, ancianos, familias. La noche es más oscura que otras veces, las luces tenues me recuerdan como cerrábamos los ojos antes de rozar nuestros labios. "El tiempo danza en la madrugada", es lo único que entiendo hasta que me quito los audífonos, la madrugada aun está lejos, la respiración se me entrecorta, el frío es desterrado por un viento ligero. Y otra vez me acuerdo de ti. En la noche aleatoria, de puntos amarillos y azules en el cielo, de una vista que desenfoca los rostros, que odia las canciones y todas las miradas oblicuas, tengo un solo deseo pálido, deleznable como las hojas de este árbol.

Escuchar tu voz.

Las ramas delicadas. La luna, oculta tras mis pupilas. 

lunes, 26 de agosto de 2019

El silencio de tu voz

Tu silencio atrapado en un reloj de arena. Los minutos transcurren en cada grano. Esfuerzo la vista, logro divisar la primera estrella de la tarde. Tu mirada desciende breve como constelaciones que comienzan a alinearse: sin eclipses, sin solsticios que hagan interminable esta noche. Luego los deseos irreprimibles de quebrar todos los cristales y atravesar la dimensión que nos separa.
[Tocar tu rostro. Hurgar entre tus labios.]
Me encerraré en letanías infinitas, en idas y vueltas, en atardeceres de papel.
Toma mis manos, quiebra tu silencio. Vamos a escribir nuestra propia canción de amor.
[Juntos]

jueves, 22 de agosto de 2019

Madrugada

Dices que el sol vuela sobre nosotros en la madrugada y yo solo atino a ver tus ojos y seguir el movimiento de tus labios. Por un pequeño momento comprendo la historia de las olas y siento que el reloj se detiene para dejar paso a tus palabras. Entonces el camino cruza sus espejos y te veo nuevamente aquí, en el sueño somos dos desconocidos que bajan en el mismo páramo blanco, entrecruzan miradas, se besan fugazmente, luego se refugian en las sombras, visitan casas desconocidas para finalmente coger el mismo rumbo hacia las estrellas. Se miran una última vez, se toman de la mano, prometen no separarse más.
La canción se termina, la noche aún no. Cierro los ojos. Imagino tu nombre. Y sigo observando el movimiento de tus labios.

viernes, 16 de agosto de 2019

Entre mis brazos

La mirada en el techo, repasando sus estrías, sus sombras, su color tosco. La ropa sobre la cama, sábanas revueltas como terminar un paseo por el desierto. La guitarra encerrada en su funda como perdiéndose solitaria en su propio silencio, el insomnio fundiéndose con el oxígeno en una extraña letanía de idas y venidas, como quien escapa y a la vez se encierra entre fotografías e historias serenas, ocultas, entre caminos largos, sin luces ni faroles. Como tocar tu rostro incorpóreo y anotar el brillo de tus pupilas en una canción sin fin, entre acordes mayores y menores, aumentadas y disminuidas, subiendo peldaños interminables, sin vértigo, en una carrera sin pausas contra el viento, para divisar tu cabello y cerrar el círculo de palabras invisibles.
No somos nosotros los de las imágenes encuadradas en la pared, ni los de los pasos con miles de recuerdos a cuestas. Me detengo, miro hacia abajo, las nubes pasean por el piso, mis palabras se pierden en su firmamento pero tu nombre se queda en mis dedos: no soy real, soy la sombra que dejas al pasar, la que anhela tus labios pero que desconoce las calles, el que se pierde entre frases entrecortadas, en una madrugada interminable.
El fugitivo que calla pero que a la vez no puede dejar de mirar tu rostro, hermoso como el mar. 
Y, al borrarse mis palabras, las escribo una vez más tratando de detener el tiempo, para tenerte un segundo más conmigo, entre mis brazos. 

sábado, 10 de agosto de 2019

El laberinto del viento

Mirarte a contraluz, de perfil a las nubes. El canto del viento casi toca tu cabello, cómo quisiera que fuera mi voz la que roce tu rostro de principio a fin, como aspas de molino siguiendo el rumbo de la brisa.
Viento, brisa. Mis palabras pertenecen a estas. Pero se quedan impregnadas en el timbre de tu voz, buscando tus labios en un intrincado laberinto de fotogramas y llovizna. Cierro los ojos. Quizá al abrirlos pueda aparecer tu reflejo; cruzaré los dedos, daré vueltas por las luces y las sombras, escribiré los versos que no leerás para llegar a tus pupilas, para encontrar una razón a no poder dejar de mirarte.
El invierno en mis sienes. Y tú, como golondrina a lo largo de todos las notas de mi guitarra.

martes, 6 de agosto de 2019

Magia

Respirar el timbre de tu voz. Viajar por el tiempo, casi tocar tu cabello en un abrir y cerrar de ojos. Acompañar tus manos en la melodía de todas y ninguna de nuestras canciones. Que no termine el día sin acariciar tus palabras, como la primera vez que tu alma se perdió entre mis ojos. No soy el que diseñó esta luna llena. Pero escribiré los versos que dibujen su brillo sobre tu rostro.
Oh rumor de las calles, buscando desesperadamente olvidar el dolor. Me cuesta sacarte de la mente, me cuesta respirar sin la magia de tus labios.

viernes, 26 de julio de 2019

Utopías

El pintor dejó caer su fatiga en el lienzo vacío. Pensó en ella. Sintió las mismas ganas de escribirle, la misma fuerza interior presionando su pecho como el estruendo de una tormenta. Miró por la ventana. La calle es un viaje visceral por el canto del viento, el mismo canto que llega a sus oídos y que hace que recuerde sus ojos, que pronuncie su nombre en silencio. Como si literalmente pudiera alcanzar las estrellas, como si quizá pudiera escucharlo.
Esas ganas de borrar la memoria de sus dedos y que estos dejen de escribir las palabras que ella no leerá, imaginando que puede alcanzar el cielo con su alfombra, olvidando el vértigo y el miedo a caer; divisando el sol escondiéndose tras la luna, divisando las mareas y todas las sombras blancas. Dejó caer su pincel, cerró los ojos.
En el único lugar donde pueden respirar juntos, comenzó a retratarla, silente. Luego, se tomaron de la mano. El arco iris de labios es tan surreal como ser acariciado por su voz. Y en ese lugar, puede mirarla por siempre. Como viajar por el tiempo, con ella.

miércoles, 24 de julio de 2019

Léeme

Vaya, las canciones invisibles paseando por el cielo como una gaviota. Tus ojos hermosos leyendo mis palabras. Yo flotando entre esta amalgama de planetas y sistemas solares, todos contenidos en un parpadeo. Veo tu silencio, tu perfil retratado en las ventanas. Cierro los ojos, imagino tu sonrisa. Tú sigues leyéndome mientras yo pienso en las palabras perfectas, en cómo callar para poder acariciar tu cabello, para besarte una vez más y no saltar al vacío. Para poder vivir en tus pupilas.
Mis versos se enredan en el mismo laberinto, por eso necesito tus manos así no estés aquí en este momento. Léeme. La primavera espera por ver nuestro reflejo en el mar. Y nuestros nombres en la arena, hasta el infinito.

viernes, 19 de julio de 2019

Desierto

Esa sensación de extrañarte. De recordar los segundos disfrutando de tu sonrisa, de ser uno y mil colores a la vez, de poder pintar tus labios junto a los míos. Por que camino te perdiste. Siento el silencio brotar de las sombras; no puedo cerrar los ojos e imaginar que te tengo a mi lado, que puedo observarte dando la vuelta al mundo, que soy real y que puedo ver mis pasos golpeando los árboles, describiendo el canto de las aves. La noche cierra las entradas y todas las salidas. Te vi alejarte, ya sin palabras. Solo sentí mi respiración exhalando tu nombre, mientras regreso tras mis huellas en el asfalto. Sí, vuelvo a ser el retrato en la pared. El mendigo vagando tras el desierto, buscando tu voz.

martes, 16 de julio de 2019

Girar

El silencio partiendo sus venas. La música en sus oídos, atravesando el umbral del viento. La garúa agitándose entre estaciones: otoño, invierno, todas pasan por su sombra. Mira el vacío. Ella. Su rostro descansando leve como las nubes. Las palabras se vuelven extrañas, el tiempo solo se detiene para recordarle que la vida ya no gira, se pierde entre acordes disonantes, entre burbujas en blanco y negro. Vuelve a mirarla. La ve sonreír. Cómo extraña que sea a él a quien le regale una sonrisa. Su mirada y su voz se extravían en papeles en blanco. Para él solo existe un destierro voluntario, un andar errante, una búsqueda del lugar perfecto con vista al resto del universo.
El cielo se llena con su mirada, con sus ojos como estrellas fulgurantes. Y él, en silencio, con los párpados cansados. Sin poder dejar de mirarla.

martes, 9 de julio de 2019

Cómo

Esa mirada punzante, de alcohol y de semanas inmensas alrededor de sus pupilas. Cómo poder llegar a su rostro y no saber que decir, cómo cantarle una canción de amor, construir un arco iris en el cénit de sus pensamientos. Cómo delinear sus labios hermosos, cómo mirarla, cómo buscar las palabras que puedan circundar las calles que recorro todas las noches, en las que me sigo sintiendo un extraño.
Las luces de neón. Jugar con los dedos, impregnar mi dolor en la pared. No sé cómo dibujar nuestros rostros, olvidar su mirada, su voz. Apagar el silencio de la ciudad, los tumbos de mi sombra.
No hay manera en que pueda terminar esto. Quizá regresar el tiempo, pensar en un bucle infinito, un abrir y cerrar de ojos, un existir de arena, una canción. Neblina, estruendos.

domingo, 7 de julio de 2019

Julio, medianoche.

Cierra los ojos. Regresa de paseos por el cosmos. Ella se dibuja imaginariamente en el piso. Su cabello se aparta, mostrando poco a poco su rostro. Toma su mano, la abraza. Se miran por una eternidad, luego rozan sus labios en una secuencia de fotografías breves, zigzagueantes. En una de ellas aparece su perfil, mirando la nada. El día se convierte en una batalla de 24 horas por volver a sentirse vivo.
Abre los ojos: las baldosas, la cortina, la sombra de su mirada. El desierto encerrado entre cuatro paredes.
Odia la realidad. Se acuesta, inicia el viaje. En sus nubes, el sol es azul. Y ella, el atardecer inmenso de todas sus palabras.

jueves, 4 de julio de 2019

No puedo dejar de mirarte

El frío llegando hasta esta parte del universo,
mis ojos desfalleciendo, cansados de tantos caminos sinuosos
tantas sombras, tanta arena llenando mis páginas en blanco
mis dedos no dibujan las mismas canciones
queda el rumor del viento, vistiéndose de anagramas.

Observo tu rostro, frente a mí
tu mirada sobre la mesa, tus manos, tu cabello recogido
ya no te percatas que existo, soy invisible
solo existe el ruido deleznable de nuestra respiración
mis palabras atrapadas en el mismo laberinto, el mismo agujero negro.

"Tu mirada sobre la mesa"
tus ojos perdidos en la inmensidad de mi ceguera
tu rostro serio, tus cejas, tus pestañas, tu voz apagada entre el acuarela de calles, luces, cielo gris.
Tus labios hermosos,
como un ángel tatuado en cada rincón de baldosas, de paredes blancas.

Y te miro una vez más,
atrapo tu rostro para recordar cada luna llena, cada sol de invierno
para cerrar los ojos y acercarme a ti en un espiral de eclipses blancos
luego escucho tu voz [se terminan mis palabras, mis madrugadas sin fin]
comienza mi supernova, nuestras sombras se vuelven surreales
tu rostro de niña, de ángel guardián.

Y no, no puedo dejar de mirarte.

martes, 18 de junio de 2019

Próxima felicidad

Me vi cogiendo mi maleta, divisando la primera nube del otoño
«¿dónde vas?», me dijiste
pero solo había una sombra y una pared descolorida
fuiste mi princesa y mi aurora boreal, pensé
aún así, no vi tu rostro ni tenías timbre de voz.

Pasó el bus, por favor a la última estación, le dije al conductor
«tendrás que pagar por adelantado y no te aseguro que llegaremos donde quieres», me dijo
en sus pupilas sentí el lamento de una armónica y el color de un abismo
está bien, le dije, solo quiero un poco de paz.

Años después pude abrir los ojos,
la soledad es una soga alrededor del cuello, apretando y soltando
las tribulaciones, un demonio sujetado por los brazos, atado a una silla
pero en mi asiento solo encuentro el boleto de partida
olvidé anotar mi nombre en cada final de arco iris, en cada llovizna breve.

«Sé que no soportas más», me dijo mi compañero de asiento
pero solo estaba el silencio, el trepidante saco negro colgado del pasamanos.
Finalmente llegamos, la sangre se me congela, la vista tiembla como si hubiera olvidado usarla
«Cuídate mucho, no podremos venir a buscarte», me dijo el conductor.

Quise respirar y solo se me quebraba el aliento
ojalá estuvieras aquí, fue mi último segundo de debilidad
no soporto mirar el horizonte ni el peso de los meses
aquí dibujo mi nombre, luego lo olvido, luego quedo sin recuerdos, sin pensamientos.

El mundo sigue girando. Yo ya no lo siento.
[la última felicidad]

sábado, 15 de junio de 2019

Invisible

La puerta cerrada, miles de papeles en blanco, cuadros sin colores, el oxígeno cayendo leve en la inmensidad de la soledad de tu espacio vacío. Trato de cerrar los ojos y dejar entrar al universo de luces de neón, de viento soplando desde el centro de la tierra, de los mil rostros hundiéndose en sí mismos.

De pronto, tú. Tu sonrisa de ninfa, tu voz, tus manos, tus labios. La civilización pierde sentido, se desvanecen como la primavera. Tengo tu mirada, tu calor.

Luego abro los ojos. Un escritorio vacío, paredes, silencio.
Odio los viernes, los sábados, los domingos. Odio el frío, odio el silencio, odio las calles, la luna llena.
Entonces me engaño a mí mismo y vuelvo a detener el tiempo. Prefiero sentir la misma inmensa canción de amor que te mira fijo a los ojos, que acaricia tu rostro, que roza tu cabello. Que besa tus labios una y otra vez, como quien ha encontrado por fin el paraíso. Prefiero ser invisible y llevarte de la mano, por siempre.

domingo, 9 de junio de 2019

El sonido de tus pasos

La noche cayendo breve sobre nuestros rostros, la música lejana, mezclándose entre la luna y las estrellas. Nuestros ojos sin historia, tu piel, tus manos en un segundo de viajes alrededor del mundo, como fundirse en la oscuridad y ser el silencio de nuestras sombras.
Tu rostro en todas partes. Entonces nos perdemos en el tiempo
[volamos tomados de la mano, juntos]

Sí, los sueños vienen rápido, se desvanecen, escriben su propia historia en letanías perfectas. De pronto somos castillos de arena resistiendo la furia de las olas; de pronto nuestras pupilas se juntan como arco iris de dos únicos colores, tiritando.

Luego, tus labios. Y yo en silencio escribiendo una canción con cada segundo, con cada fotograma, con cada hebra de tu cabello.

La noche, las estrellas, el sonido sordo de mi guitarra. La madrugada eterna.

Tu rostro, dibujándose lentamente en mi pared. Y yo, de pie [como centinela]. Cerrando los ojos para recordar el sonido de tus pasos.


domingo, 13 de enero de 2019

Universos

Se dieron la mano. Decidieron no correr, casi no podían respirar. Se sentaron en el césped. Se abrazaron. Se dieron un último beso. Luego, el cielo cayó sobre ellos.
Al abrir los ojos, estaba en un viejo salón, sillas vacías, baldosas sin barrer, humedad. Recordó su voz, su rostro, su cabello negro, lacio, su rostro hermoso. Miró por la ventana. El sol brillaba como hace años no lo hacía. Y ella, por algún lugar, esperando que la encuentre.