sábado, 8 de febrero de 2020

Círculos, vacíos

La noche, los faroles, los autos. Las baldosas frías, reflejando cortas el brillo imaginario de la luna. Un pequeño árbol balanceando sus ramas, cantando la misma canción del viento. En mi fantasía circular, tú apareces entre las sombras y pides sentarte a mi lado. Conversamos en un idioma vertical, como dejando caer las palabras en hilera, como mazo de cartas antes del juego final. Quiero tomarte de la mano pero recuerdo que tenemos frente a la ciudad, no nuestro río imaginario donde podemos dejar caer nuestros recuerdos y estos no se ahogarán, seguirán su propio cauce hasta el firmamento, hasta los primeros segundos de vida del arco iris.
Dejamos de conversar. Por alguna extraña razón los cuadros son los del mismo lugar donde tomé por primera vez tu mano. No recuerdo como fue que nos despedimos. Quizá terminamos de recitar las palabras o quizá el silencio tenía tatuados nuestros rostros, en esa visceral y torpe lucha contra el tiempo.
La fantasía circular llegando a su fin. No, tú no estás aquí. Ni a dos cuadras, ni a dos continentes, ni a dos vidas enteras. Sin embargo, tu sonrisa es una nube tapando lo gris de mi universo inmaterial, el desastre de saber que al amanecer habrá que levantarse, mirar el cielo, extrañar las estrellas, voltear y no ver tu perfil.
Quizá sí exista un río azul detrás de esta ciudad. Vamos de la mano. Prefiero un barco de papel perdiéndose en sus aguas imaginarias a una fotografía vacía, donde jamás vuelvas a estar tú.