sábado, 15 de junio de 2019

Invisible

La puerta cerrada, miles de papeles en blanco, cuadros sin colores, el oxígeno cayendo leve en la inmensidad de la soledad de tu espacio vacío. Trato de cerrar los ojos y dejar entrar al universo de luces de neón, de viento soplando desde el centro de la tierra, de los mil rostros hundiéndose en sí mismos.

De pronto, tú. Tu sonrisa de ninfa, tu voz, tus manos, tus labios. La civilización pierde sentido, se desvanecen como la primavera. Tengo tu mirada, tu calor.

Luego abro los ojos. Un escritorio vacío, paredes, silencio.
Odio los viernes, los sábados, los domingos. Odio el frío, odio el silencio, odio las calles, la luna llena.
Entonces me engaño a mí mismo y vuelvo a detener el tiempo. Prefiero sentir la misma inmensa canción de amor que te mira fijo a los ojos, que acaricia tu rostro, que roza tu cabello. Que besa tus labios una y otra vez, como quien ha encontrado por fin el paraíso. Prefiero ser invisible y llevarte de la mano, por siempre.

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